Actos de Habla

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Actos de Habla

Dr. Alberto Beuchot González de la Vega

Director del Centro de Coaching Empresarial©

El diálogo (del griego “dia”, a través, y “logos”, palabra) sugiere un fluir de sentido que se da entre y a través de los participantes, con alguno de los cinco siguientes objetivos:

  1. Describir el mundo.
  2. Generar un mundo distinto.
  3. Coordinar acciones.
  4. Invocar y evocar lo sublime.
  5. Compartir identidades.

Los filósofos John Searle y John Austin descubrieron que al hablar hacemos mucho más que transmitir información. Lo que en realidad hacemos es generar compromisos de distinta índole que a fin de cuentas definen nuestra identidad pública. Es decir, el lenguaje no describe acciones: es en sí mismo acción. Al hablar, siempre realizamos alguno de los siguientes “actos de habla”:

  1. Juicios. Básicamente, son opiniones que emitimos acerca del mundo que nos rodea. Cuando decimos que hace calor, que la sopa está picante, que Zutano no sabe manejar, etc., lo que estamos haciendo es externar nuestro punto de vista que no necesariamente coincide con el del otro acerca de la cosa descrita. Por ejemplo, para un observador que nos dice que la pintura tal es espantosa, en realidad no está describiendo la pintura, sino que está diciendo cuál es su sentir hacia ella, cuál es su emocionalidad frente al objeto. Yo puedo estar en desacuerdo y decir que la pintura es hermosa. Por ello, un juicio no es ni verdadero ni falso, sino fundado o infundado. Cuando digo que esa pintura es horrible, lo que en realidad quiero decir es que a mi no me gusta. Y la diferencia es crucial. Cuando digo que no me gusta, estoy reconociendo que la pintura tiene unas cualidades independientemente de las que yo le otorgo, no es ni bonita ni fea en sí misma. Estoy diciendo algo de mí mismo, estoy haciendo referencia a mis preferencias. En cambio, cuando digo que la pintura es fea, lo que estoy haciendo es inmediatamente denigrar el objeto e imponer mi punto de vista sobre ese objeto y sobre los demás. Bajo este punto de vista, no hay diálogo posible entre dos personas. En pocas palabras, lo que hago es cancelar la posibilidad de coordinar acciones con otro, pues confundo mi apreciación del mundo con la forma en cómo es el mundo realmente.
  1. Afirmaciones. En cambio, cuando afirmo algo estoy comprometiéndome a que alguien más me diga si es verdadero o falso. Cuando afirmo que esa pintura mide 2.50 m x 1.50 m, estoy describiendo una particularidad física del objeto independientemente del observador de que se trate. Al otro podrá gustarle o no la pintura, pero no hay duda de que mide lo que mide.

El saber distinguir entre afirmaciones y juicios es fundamental en el proceso de comunicación humana. Los seres humanos somos máquinas de emitir juicios. Pero eso no es lo malo. Lo malo radica en no poder fundar un juicio en afirmaciones. Por ejemplo, yo puedo decir que fulano es impuntual y él mismo puede decir que no es cierto. Si yo logro fundar mi juicio en afirmaciones y hechos concretos (por ejemplo, de las tres veces que quedamos de vernos a las 8.30, una vez llegó a las 8.40, y dos veces a las 9.10), ese juicio tiene argumentos fácilmente comprobables. Cuando un a madre dice que su hijo es inocente porque es su hijo, no basta…

  1. Declaraciones. Tanto en los juicios como en las afirmaciones, la palabra sigue al mundo. Es decir, estamos describiendo un aspecto de la realidad que nos rodea, sin cambiarlo. Al decir que un cuadro mide tanto o que es feo, el cuadro no se modifica. Sin embargo, cuando declaramos algo el mundo sigue a la palabra, pues el mundo de muchas personas cambia dependiendo de quién haga la declaración. Cuando un sacerdote nos declara marido y mujer, nuestra vida cambia. Cuando un juez nos declara culpables, nuestra vida cambia. Cuando un presidente declara la guerra, la vida de millones de personas cambia. Pero no sucede nada si un director de una empresa nos declara marido y mujer, o si el tendero de la esquina declara la guerra a otro país. Las declaraciones son hechas desde el poder, y literalmente modifican el mundo. Hay personas cuyas declaraciones no son tomadas en cuenta. Mientras menos poder tenga una persona sobre otra, menos declaraciones será capaz de hacer. Mientras más ignorante sea, menos afirmaciones será capaz de hacer, y sustentará su platica en una sarta de juicios infundados. Es entonces cuando decimos que una plática nos aburre o nos deja vacíos. Más aún, los medios informativos pueden evaluarse en si lo que reportan son juicios propios o afirmaciones y declaraciones hechas por otros.
  1. Peticiones. El pedir o solicitar algo a alguien se hace cargo de nuestras inquietudes, y es uno de los eslabones para la coordinación de acciones en una sociedad. Cuando hacemos un pedido, esperamos una respuesta afirmativa siempre. Sin embargo, cuando esto no sucede, nos sentimos decepcionados y traicionados, cuando en realidad no nos fue prometido nada. Las peticiones se hacen para obtener promesas que deseamos ver cumplidas. Cualquier pregunta que hagamos es una petición. Por ejemplo, cuando digo “¿Quieres trabajar en esta empresa?”, en realidad estoy pidiendo que esa persona se una al equipo, pero no lo digo así.
  1. Ofertas. Por el contrario, una oferta no se hace cargo de una inquietud mía, sino de un problema ajeno. Cuando yo ofrezco algo, me doy cuenta que la otra persona lo requiere. Una oferta no es un acto de caridad. Para ponerlo de otro modo, es más eficaz lograr que una empresa vea en mí el tipo de oferta que soy para ella a que yo vaya a pedir empleo. Si yo logro que una empresa vea las ventajas que obtiene al contratar mis servicios, estoy en mejores condiciones de plantear mis requerimientos que si voy a pedir algo. Cualquier producto que sale al mercado es una oferta para determinadas necesidades. Si los clientes no logran ve esto como una oferta, el producto no sirve. Volviendo al principio, uno de los actos más humanos consiste en detectar las necesidades de otros y ofrecer remedios.

Algo que es crucial: cuando yo hago una oferta y se me acepta, o cuando me hacen un pedido y acepto, se genera un acto lingüístico más, llamado promesa. Un político en campaña hace ofertas con base en peticiones. Al momento en que la gente vota por él, cierra el círculo y sus ofertas se convierten en promesas. El voto es la aceptación de la oferta que la vuelve inmediatamente promesa. Si la gente no vota por él, significa que no aceptó sus ofertas.

  1. Promesas. Las promesas son el acto oral o escrito más importante que hay. Nuestra vida social está basada en nuestra capacidad para hacer promesas, y nuestra identidad pública en nuestra capacidad para cumplirlas. Nada disloca más la vida social y erosiona más la confianza entre los individuos que el incumplimiento de promesas. Pero el círculo no se cierra con el cumplimiento de la promesa, sino con la declaración de satisfacción del otro. Las promesas son actos del habla que nos permiten coordinar acciones con otros. Una promesa hecha por alguien ocasiona que nosotros a nuestra vez hagamos promesas a otros basados en la promesa original. El que otra persona no cumpla su promesa nos ocasiona daños en alguna medida.
  1. Silencio. Cuando no tenemos nada que decir no proferimos palabra. Es signo de un escuchar atento, de un aprender de otros. Sin embargo, esto es muy diferente al callar. Cuando callamos, sí tenemos algo que decir y no lo hacemos, tanto por miedo como por no herir a un tercero. Sin embargo, hay ocasiones en que nuestra dignidad no nos permite callar. Hay ocasiones en que debemos decir “no”, “basta”, en que debemos pedir perdón, en que debemos perdonar. El callar puede también causar infinito daño a otros y deteriorar las relaciones humanas severamente.

Es por todo lo anterior que sostengo que vivimos en un mundo lingüístico, el cuál construimos día a día con nuestros actos lingüísticos. Los juicios infundados que decimos a alguien que nos otorga autoridad pueden marcarlo toda la vida, para bien o para mal. Las promesas que hacemos y no cumplimos nos marcan a nosotros fuertemente. Las declaraciones que hacemos afectan a mucha gente a nuestro alrededor. Las peticiones que nos hacen son muchas veces gritos de ayuda que no escuchamos como tales. El lenguaje debe ser usado para eliminar, en gran medida, el sufrimiento innecesario que nos causamos unos a otros por decir lo que no debemos cuando no debemos, y por no decir lo que debemos cuando debemos hacerlo.

No olvidemos pues que a través del lenguaje generamos realidades para nosotros mismos y para los demás. Por ello, antes de hablar, asegurémonos que la lengua está conectada al cerebro y al corazón.

Me gustaría seguir aprendiendo de ustedes. abeuchot@cencoem.org

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