Analfabetismos De Segundo Orden (2)

Analfabetismos De Segundo Orden (2)

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Analfabetismos de Segundo Orden

Dr. Alberto Beuchot González de la Vega

Director del Centro de Coaching Empresarial©

Aunque cada vez más difícil, es posible subemplearse en el mercado siendo analfabeta de primer orden. Es el analfabetismo de segundo orden (en todas sus variantes) el más frecuente y abundante, y a fin de cuentas, el responsable de los enormes problemas que enfrenta el ser humano hoy día. Veamos.

Primeramente, está el analfabetismo cultural. Un analfabeta cultural es aquél que conoce poco o nada sobre lo que el ser humano produce en el ámbito de manifestaciones artísticas, literarias, científicas, sociales; que lee poco o nada sobre áreas distintas a la suya, que conoce únicamente su reducido campo de especialidad, que viaja alrededor de sí mismo. Incluso considera a la cultura un producto secundario (hasta inútil) en comparación con la tecnología. Esta persona difícilmente incorporará el mundo a su práctica de vida, y empobrecerá la formación de la gente que vive y trabaja con ella, pues su propia formación es reducida, provinciana en sus alcances. Es gente que frente a un cuadro cubista exclama, con el mayor candor y una pizca de indignación lo siguiente: “Ese cuadro podría pintarlo mi hijo de 8 años.” Es gente que al escuchar música originaria de otras culturas comenta: “Esos ruidos no tienen ni ton ni son.” Desgraciadamente, estas exclamaciones dicen mucho más de la persona que las dice que sobre las producciones culturales a las que se refiere. Pero lo más grave de todo ello es que detrás de la ignorancia manifiesta, hay una discriminación y un racismo velado que obliga al desprecio de todo aquello que no se entiende. Y esto es peligroso. Pues coloca, automáticamente, al otro, al diferente, en un nivel inferior con respecto a uno mismo.

El analfabetismo social se presenta cuando somos incapaces de percibir las necesidades y el entorno de la comunidad en la que estamos insertos. Es un observador de la realidad centrado en su propio ser. Lo que no se relaciona directamente con su quehacer cotidiano y su materia prácticamente no existe. En su práctica docente, percibe los árboles pero no ve el bosque; limita y minimiza la influencia que tiene el tejido y las condiciones económico-políticas sobre su propia realidad y la de sus alumnos. Es miope al visualizar el tejido social como un factor determinante en las condiciones de su quehacer, y por lo mismo es poco apto para transmitir la contextualización del conocimiento a su alumno, así como resulta poco efectivo en traer la realidad al aula. Pero lo más grave de todo, es incapaz de percibir al otro como un ser tan legítimo como él mismo. Es una persona que frente a la inmigración de otro país, sólo alcanza a decir: “Estos vienen a quitarnos nuestro trabajo.” O que de cara a un problema de pobreza extrema, exclama sin reparos: “Todos estos deberían de ponerse a trabajar, bola de zánganos.” Esto no sólo refleja una inconsciencia superior y una falta de entendimiento de la compleja dinámica socio-económica y política en un momento dado, sino un desprecio abierto hacia lo que el otro significa, al verlo como una amenaza al modo de vida que se considera el único válido, legítimo y correcto: el propio.

En tercer lugar está el analfabetismo emocional. El analfabeta emocional la persona que no reconoce que los varones puedan llorar, pedir perdón o sentir miedo. Es el que frente a una emoción del otro que le incomoda, cambia de tema y pretende que no existe, o que al hablar de situaciones emotivas, automáticamente cae en la broma tosca y el desprestigio del otro.

No ser analfabeta en esta área implica, en primer término, reconocer la existencia de las emociones como predisposiciones fundamentales para la acción y como factores incidentes en el desempeño de los seres humanos. Por otro lado, también significa comprender y legitimar la diversidad de las reacciones emocionales en cada persona, que los repertorios afectivos que poseemos fueron aprendidos en algún momento de nuestra vida y que por ende se pueden desaprender y del mismo modo aprender nuevos repertorios. Las personas que entienden y ponen en práctica esto son capaces de diseñar estados de emocionales en ellos mismos y en la gente con la que viven y conviven, y por ello, saben cuáles son las emociones propicias para el trabajo en equipo, para el aprendizaje colectivo y para la identificación y resolución de problemas.

En pocas palabras, la inteligencia y el alfabetismo emocional consisten en poseer la capacidad de reconocer, respetar y valorar aquello que está detrás de toda acción humana y que determina en gran medida su éxito o su fracaso. Esto es, implica conocer la diferencia entre el liderazgo y la dirección, entre la amistad o la tiranía, entre la paternidad y la obligación. Implica el cambio de las relaciones humanas, de relaciones basadas en el poder, a relaciones basadas en la apertura, la empatía y la solidaridad. Continuaremos la semana entrante con este tema.

Me gustaría seguir aprendiendo de ustedes. abeuchot@cencoem.orgwww.certificacion-coaching.org