Generar Conocimiento de la Propia Práctica

Generar Conocimiento de la Propia Práctica

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Generar Conocimiento de la Propia Práctica

Dr. Alberto Beuchot González de la Vega

Director del Centro de Coaching Empresarial©

En un escrito anterior mencionaba la necesidad, que calificaría de imperiosa, de que el profesionista en su trabajo, el padre o madre de familia y el profesor en el aula, se transformaran en investigadores de su quehacer. Con esto quiero decir no solamente que ellos deben procurar que sus colaboradores, sus hijos y sus alumnos generen y descubran aspectos del conocimiento a través de relacionar información fáctica con procesos sociales, sino que deben ser observadores y analistas de los procesos de trabajo, de relación y de aprendizaje llevados a cabo por sus alumnos, hijos y colaboradores y, sobre todo, de su propia práctica laboral, parental y educativa al tiempo que la desarrollan. Ejemplifiquemos con el colaborador en una organización. Lo que digamos para él será válido y extensivo a lo que realicen los padres y los maestros.

El transformarse en investigador de sí mismo (más allá de ser sujeto de la investigación de otros) tiene diversas ventajas. Primeramente, le permite al profesionista y al trabajador en una organización abrevar de su propia práctica, de su propio quehacer, y le evita importar metodologías librescas y teorizantes que, con calzador, tenga que adaptar a sus necesidades específicas. Es decir, lo invita a que no sólo sea consumidor y reproductor de conocimiento de su propia disciplina generado por otros, sino a que lo produzca, que lo construya él mismo a partir de su práctica laboral. Los datos generados por la observación participativa de su práctica en el trabajo son un material invaluable de primera mano generado por su actuar que lo ayudan a conformar y a ajustar sus intervenciones al ritmo, conductas, emociones, necesidades e intereses de sus colaboradores específicos.

Es decir, si bien la práctica laboral posee ciertos rasgos generales, las situaciones específicas nunca son las mismas. Esto no significa, de ninguna manera, que los colaboradores sean sujeto de laboratorio sobre los cuales se ensayen técnicas y tácticas metodológicas. Sin embargo, si quiere decir que los conceptos teóricos que se deriven del planteamiento racional del profesionista y de su reflexión deben generar implementos de orden eminentemente práctico que necesariamente deberán ponerse en juego y, simultáneamente, medir su nivel de eficacia y efectividad con respecto a los objetivos propuestos para cada proyecto específico.

En segundo lugar, permite a los profesionistas recuperar su papel como profesionales críticos y autodirigidos. En los últimos tiempos, un proceso de desarticulación del proceso laboral en acciones pequeñas y de simplificación de la tarea del empleado y su equiparación a lecciones de administración y de aplicación de técnicas de forma trae como resultado la banalización de la labor organizacional. La investigación sobre la propia práctica otorga sentido al trabajador y descarta la noción que se tiene de él como obrero de cuello blanco y recipientario pasivo de los dictados de los “expertos” en administración. Estos expertos, con sus pretensiones y visiones “científicas” sobre el trabajo asumen que los empleados, los que realmente hacen el trabajo cotidiano, no saben, son ejecutores.

Mi afán, sin tener un enfoque romántico, condescendiente o denigratorio, es invitar a los profesionales a tomar las riendas de su propia práctica, a recuperar el sentido de la palabra “conocimiento” como producto de la experiencia y no sólo como el territorio o feudo exclusivo de la llamada “racionalidad técnica.” Donald Schön acuña el término de “practicante reflexivo” como opuesto al de “racional técnico”, llamando al rescate de la práctica, frente a la teoría, como generadora de conocimiento válido. Es decir, mediante la reflexión en la acción o mediante la conversación reflexiva del profesional consigo mismo y con otros en situación similar, el trabajador deriva conocimiento activo sobre su propia intervención al tiempo que la realiza, pudiendo reforzar la misma con teoría después. Esto implica un giro sustancial al modelo vigente, que indica que hay que comprender y aplicar la teoría para poder ser mejor profesional. La nueva perspectiva indica lo contrario: los conocimientos derivados de la reflexión sobre la propia práctica sirven de guía para poder seleccionar teorías que expliquen la conducta. Así, investigación en la acción, teoría y práctica aparecen indisolublemente unidas, y no artificialmente segmentadas por una falsa idea sobresimplificadora del trabajo como una línea de montaje de corte tayloriano.

Los procesos de diagnóstico e intervención de coaching pueden ayudar grandemente al cambio de una cultura organizacional donde lo arriba expuesto sea considerado, explorado y estratégicamente incorporado a la práctica cotidiana.

Me gustaría seguir aprendiendo de ustedes.

abeuchot@cencoem.org

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