Los Trastornos de Información y la Práctica Directiva

Los Trastornos de Información y la Práctica Directiva

Conflicto 3

Los Trastornos de Información y la Práctica Directiva

Dr. Alberto Beuchot González de la Vega

Director del Centro de Coaching Empresarial©

Existen al menos tres enfermedades que el ser humano padece relacionadas con el ámbito del consumo de alimentos. Dichos trastornos alimenticios son peligrosos por diferentes motivos, y en todos y cada uno de ellos se pone en riesgo la vida misma. La anorexia, la bulimia y la ortorexia (el más reciente) suelen estar ligados a obsesiones, fijaciones y disfunciones de orden psicológico que repercuten directamente en el bienestar físico de los que las padecen. ¿Qué tiene que ver esto con el perfil del directivo y, sobre todo, con la práctica directiva? Sostengo que existe una similitud entre dichos padecimientos y algunos vicios conductuales respecto a la formas de procesar el conocimiento y la información por parte de los líderes, y que dichas formas inciden directamente sobre la manera en que gestionan la organización. Abundemos en esto.

La anorexia (del griego “an”, sin y “orexis”, apetito) significa, literalmente, inapetencia. Un anoréxico se niega a ingerir alimento, a recibir nutrientes del exterior para poder seguir cumpliendo con sus funciones vitales. Su cuerpo y su mente erigen una barrera contra toda posibilidad de aceptar de exterior aquello que lo haga funcionar normalmente. Es una especie de autismo físico. Sobra decir que la anorexia crónica es una enfermedad degenerativa que lleva la muerte del que la padece.

La anorexia intelectual es una de las enfermedades más graves que puede sufrir un líder. Un anoréxico intelectual raramente se preocupa por actualizarse, por recibir información del exterior, por alimentarse de los insumos epistemológicos que su labor forzosa y necesariamente requiere para estar al día. Este tipo de persona hace años que hace las cosas de la misma manera. No se renueva, no es capaz de aprender a aprender, de cuestionar lo que realiza, de qué manera lo realiza y por qué lo realiza. Una razón de ello es el miedo a reconocer que aquello que sabe tan bien ya sea obsoleto. Una segunda razón es la pereza de realizar el esfuerzo de actualizar y reconstruir su conocimiento y de redefinirse a sí mismo.

Este líder no lee periódicos buscando la forma de incorporar el mundo a su práctica. No está suscrito a revistas de su especialidad que informen sobre el estado de arte. Particularmente, su nivel cultural es pobre. Si no conoce lo último sobre su especialidad, menos sobre el mundo en general y sobre el quehacer humano. Es un analfabeta funcional. Poco a poco se va consumiendo por falta de información y su trabajo va paulatinamente deviniendo obsoleto. Se vuelve prescindible. Muere por falta de nutrimento intelectual.

Como contraparte, tenemos a la bulimia (del griego “boulemos”, hambre exagerada). El líder bulímico come en exceso y en forma desmedida, para posteriormente, por un profundo y misterioso sentimiento de culpa, provocarse el vómito y deshacerse de todo aquello que ingirió. Come y descome constantemente. Su cuerpo tampoco recibe los nutrientes que requiere. Al contrario que el anoréxico, que no acepta del exterior nada, el bulímico acepta todo sólo para inmediatamente rechazarlo en forma violenta.

El bulímico intelectual consume desaforadamente toda información que cae en sus manos. Devora libros, periódicos, revistas, páginas Web. Asiste a toda suerte de conferencias, charlas y mesas redondas. Se nutre en exceso, pero asimila poco. Es inefectivo por saturación. Vomita datos y hechos sin poder establecer el marco que les otorgue sentido. No procesa la información. No la cuestiona ni la analiza. Así como la recibe, así la transmite.

Tanto la anorexia como la bulimia son trastornos alimenticios relacionados con la cantidad de alimento. La ortorexia (del griego “ortos”, recto, y “orexis”, apetito) por el contrario, está relacionada con la calidad de ese alimento. Suele ser una enfermedad ligada con un cierto esnobismo y excentricidad, y a un estilo de vida sofisticado (incluso curioso), pero obsesivo. Un ortoréxico se preocupa, hasta el ridículo, por ingerir el alimento que él considera correcto, preciso, saludable, perfecto. Centra su atención en determinadas características de un alimento que considera el que él necesita para sobrevivir y se olvida de todo el resto. Privilegia uno o dos por sobre todos.

Un ortoréxico es capaz de ingerir 84 vasos de jugo de naranja durante el día y tres platos de caviar. Es capaz de hacer analizar los alimentos que ingiere para garantizar su pureza. Si se le ofrece una marca de leche que no es la suya, es capaz de manejar 100 kilómetros para comprar la que consume. En otras palabras, permite el acceso selectivo del exterior. Su vida entera gira alrededor de ellos, y prácticamente es lo único que consume. Sufre severos daños por desbalance de nutrientes.

El ortoréxico intelectual padece de miopía. Este líder, como no ve de lejos, se concentra en una pequeña fracción del conocimiento y la hace su mundo. Es el especialista recalcitrante que cree que todo el mundo (el suyo propio y el de los demás) gira alrededor de su minúscula parcela de quehacer. Peca de parcial, selectivo, y excesivamente analítico. Lee y se informa únicamente sobre su parcela. Acepta mucho acerca de poco. Sabe cada vez más sobre cada vez menos. Ve los árboles (algunos) pero no alcanza a percibir el bosque. Experto en un área, tiene deficiencias severas en todas las demás, y es incapaz de tejer su conocimiento en un todo coherente. Tiene mente provinciana. Padece desnutrición intelectual.

El anoréxico no acepta nada, el bulímico acepta/desecha todo, y el ortoréxico acepta selectivamente. Estos tipos de pensamiento implican sendos tipos de prácticas directivas. Una práctica directiva anoréxica se centra en las paredes de la oficina, en la burbuja de cristal de la planta, divorciada del mundo exterior. Planta y vida son dos cosas separadas. Una práctica directiva bulímica se impregna de información y no concreta en la incorporación de ella ni por parte del directivo ni por parte del colaborador. Se concentra en la saturación del cerebro por acumulación, mismo que vuelca (vomita) los conceptos en las juntas y luego se olvida para volverse a llenar de más información. Una práctica directiva ortoréxica parcializa el conocimiento y falla en incorporarlo a un contexto de vida más global y abarcante. Es muy conservadora, y tiende a ser estrecha. Huelga decir que ninguna de las tres contribuye de manera efectiva y eficiente a la formación de una cultura organizacional saludable. Las tres constituyen prácticas viciadas, incompletas y parciales.

Los dejo con las siguientes preguntas: usted, colega, ¿cuál de estos trastornos padece? ¿Es su práctica bulímica, ortoréxica o anoréxica? Si es así, ¿qué va a hacer para corregirla?

Me gustaría seguir aprendiendo de ustedes.

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