Analfabetismo Conversacional

Analfabetismo Conversacional

Conversación 5

Analfabetismo Conversacional

Dr. Alberto Beuchot González de la Vega

Director del Centro de Coaching Empresarial©

 Una vez planteada la espina dorsal de esta columna en los tres escritos anteriores relativos a los diferentes tipos de analfabetismos, es conveniente analizar aquellos que denominé de segundo y tercer orden, y que se componen de siete categorías de analfabetismos específicos: el cultural, el social, el emocional, el conversacional, el mente/cuerpo, el ecológico y el transpersonal. Aquellos analfabetismos de primer orden mencionados en la entrega número 2 de esta columna serán abordados con posterioridad, ya que se refieren básicamente a habilidades de índole técnica más que a competencias inter e intra-personales, y por ende, con menor impacto a largo plazo en la convivencia familiar y laboral. Comencemos por el analfabetismo conversacional.

Son diversos los autores que sostienen que el principal problema entre los seres humanos hoy día es la incapacidad o inhabilidad para comunicarnos. Si bien aprendimos a hablar, a emitir sonidos coherentes y a oír sonidos producidos por otros, nunca pasamos por un proceso formal para aprender a conversar en forma efectiva. Entonces, a un nivel elemental todos sabemos conversar, como sabemos caminar o respirar. A otro nivel, debemos reconocer que lo hacemos con grandes deficiencias. Esto tienen un profundo impacto en nuestra existencia y no siempre estamos conscientes de ello. La manera como conversamos define de una manera determinante la forma como somos, la identidad que tenemos, el tipo de vida que nos generamos y nuestra efectividad en el trabajo. Toda relación social, sea con nuestros hijos, con nuestra pareja, con nuestros colegas y equipos de trabajo, está determinada en importante medida por la manera como conversamos. Gran parte de los problemas o de las oportunidades que generamos, de las satisfacciones e insatisfacciones que nos agobian, son el resultado de la manera como conversamos.

La teoría clásica de la comunicación humana, profundamente mecanicista e ingenieril, se basa en tres constructos básicos: un emisor (que genera un mensaje o información), un receptor (que recibe y decodifica ese mensaje) y el mensaje mismo. De este modo, la comunicación se equipara con transmisión de información. Este modelo, como todos, pretenden ofrecer una explicación de la realidad. No es de extrañar que en la era de la tecnología informática esta idea de la comunicación aún prevalezca. Sin embargo, en una era de flexibilidad y globalización, este modelo deviene crecientemente obsoleto, pues no da cuenta del dinamismo del dialogar. Además de presentar serias limitaciones explicativas, es insuficiente para dar cuenta de la complejidad del fenómeno humano de la comunicación.

Cuando conversamos lo hacemos como un todo integrado y coherente de cuerpo, lenguaje y emociones, que son los tres elementos que nos constituyen como agentes conversacionales. El cuerpo envía mensajes sin cesar, al tiempo que hablamos siempre desde una emoción particular que colorea las palabras que elegimos y el tono en el que las decimos. Los seres humanos conversamos, y al hacerlo, intercambiamos mucho más que datos y hechos. Al comunicarnos fingimos, simulamos, revelamos, escondemos, mostramos, somos. Los seres nos constituimos como tales a través del conversar con otros, y al hacerlo, generamos mundos diferentes para todos y, sobre todo, aprendemos sobre nosotros mismos y sobre los demás. La conversación efectiva, por ende, es un proceso de continuo aprendizaje. Es necesario entonces aprender a conversar para poder seguir aprendiendo con y a través de otros. Por ello decimos que el aprender se realiza sólo a través del conversar, y que el conversar produce aprendizaje.

En este escrito y los subsecuentes analizaremos a detalle el fenómeno del conversar. Primeramente, lo haremos desde sus elementos constitutivos básicos: hablar (indagar, proponer, pedir, ofrecer, declarar, afirmar, juzgar) y escuchar. En segundo lugar, veremos los objetivos que buscamos al conversar y las diferencias entre uno y otro (describir el mundo, generar un mundo distinto, coordinar acciones, invocar y evocar lo sublime, compartir identidades). En tercer lugar, centraremos la atención en un tema fascinante: el diseño de conversaciones (públicas y privadas, de explicaciones y justificaciones, de coordinación de acciones, de posibles acciones, de construcción de relaciones, para posibles conversaciones). Veremos que el desconocimiento y la impericia en cada uno de estos tres ámbitos genera conflictos, malentendidos y, sobre todo, malestar y sufrimiento innecesarios entre los seres humanos en las relaciones jefe-subordinado, padres-hijos, marido-esposa, como he tenido oportunidad una y otra vez en los talleres que imparto.

Comencemos a desmenuzar este complejo fenómeno. Vamos al ámbito del trabajo ¿Qué hace un directivo? Organiza, planifica, coordina, evalúa, conduce, motiva, etc. Sin duda hace todo eso y mucho más. Si uno lo observara durante el día, comprobaría, sin embargo, que está todo el día conversando. Está en reuniones, en entrevistas, en el teléfono, escribiendo un mensaje electrónico, reflexionando sobre un determinado proyecto. Veamos el ámbito familiar. ¿Qué hace una madre con sus hijos? Planea, organiza, educa, instruye, ama, corrige, orienta, aconseja. Hace todo esto y más. Al igual que el directivo, pasa la mayor parte de su tiempo hablando y escuchando. Cuando vemos el ámbito de pareja, la situación es similar. Cada una de esas actividades en los ámbitos laboral y familiar se realiza conversando, hablando (o no) con otros y escuchando (o no) lo que dicen. Pues bien, el nivel de efectividad que exhiban sus acciones dependerá de la manera como conduce esas conversaciones y de las competencias conversacionales que posea. Los directivos y gerentes, así como los padres, madres y parejas son agentes eminentemente conversacionales.

¿Cuáles son algunas de nuestras deficiencias como seres humanos? Podríamos mencionar muchas. Una muy evidente es que no sabemos escuchar de manera efectiva. Pagamos un alto precio por ello, precio que muchas veces se traduce en demoras, re-trabajo, gastos innecesarios, relaciones personales deficientes, desmotivación, rupturas, resentimientos, rencores, etc. Tampoco sabemos pedir de forma eficaz. Ello se traduce en que muchas veces, cuando es necesario pedir, no lo hacemos; y cuando lo hacemos, resulta de una manera tal que compromete los resultados que obtenemos. Y todo porque creemos que sabemos escuchar o pedir en forma efectiva cuando simplemente oímos y ordenamos.

Otra deficiencia guarda relación con el hecho de no siempre sabemos discernir cual es el tipo de conversación que es conveniente u oportuno tener. Ello implica que no siempre tenemos las conversaciones que son necesarias. Tenemos otras conversaciones que muchas veces resultan altamente inefectivas, precisamente porque, para que la primera fuera efectiva, resultaba necesario tener una conversación anterior, conversación que no tuvimos. Conversamos, en ocasiones, con la persona inadecuada, en el momento menos oportuno, y en el tono emocional equivocado. Es decir, hacemos todo aquello que obstaculiza e impide el éxito que buscamos. Y todo por creer que sabemos diseñar nuestras conversaciones adecuadamente cuando simplemente las tenemos.

Por ello, y en primer lugar, es importante reconocer que muchos de nuestros problemas remiten precisamente a nuestras incompetencias conversacionales. Una vez que lo reconocemos, el ámbito de las competencias conversacionales se abre como dominio de aprendizaje. El principal problema reside precisamente en aceptar que éste es un dominio de aprendizaje como cualquier otro: un dominio en el que arrastramos severas incompetencias. Somos, en pocas palabras, analfabetas conversacionales, y es urgente que lo reconozcamos abiertamente.

Me gustaría seguir aprendiendo de ustedes.

abeuchot@cencoem.org

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