Aprendizaje Organizacional

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Bienestar

Aprendizaje Organizacional

Dr. Alberto Beuchot González de la Vega

Director del Centro de Coaching Empresarial©

El aprendizaje es una de las características constitutivas de los seres vivos. De hecho, todo ser vivo aprende como una estrategia de adaptación a su medio ambiente, pero también como una medida para modificarlo y modificarse a su vez. El hecho de realizar una acción determinada o el hecho de abstenerse de hacerla produce aprendizaje en un organismo y modifica la estructura interna del mismo. Así entendido, el aprendizaje es un mecanismo evolutivo que permite a los seres vivos relacionarse de diferente manera con su entorno, reaccionando a él basado en experiencias previas y pudiéndolo modificar anticipándose a las experiencias mismas mediante un proceso creativo.

Muy bien todo esto. Es relativamente claro para los seres vivos. ¿Pero qué sucede con instituciones sociales tales como la empresa, una ciudad, o la misma escuela como tal? ¿Aprenden estas instancias? Y si aprenden ¿pueden ser consideradas como seres vivos? La pregunta no es tan trivial ni la respuesta tan sencilla como pareciera a simple vista. Las últimas investigaciones derivadas de la cibernética, la biología molecular y la ecología nos indican que debemos replantear nuestro concepto acerca de lo que constituye un ser viviente y un ser no viviente, y los planteamientos son tan revolucionarios que inclusive nos obligan a modificar nuestras concepciones anteriores. Para empezar, la vida se define ahora como un entramado de relaciones, una red de comunicación de niveles cada vez más complejos, en donde el hombre estaría a la mitad de la escala de complejidad. Me explico con más detalle.

Se ha descubierto que cada uno de las células que componen nuestro cuerpo es un ser vivo por derecho propio, compuesto a su vez por estructuras especializadas que realizan todas las funciones relacionales del hombre. Por lo tanto, el hombre es un ser vivo que se constituye en una red intrincada y muy compleja de conversaciones entre diferentes células, órganos y sistemas, que se comunican entre ellos mediante tres sistemas interrelacionados, que en realidad son uno: el nervioso, el endocrino y el inmunológico. En otras palabras, estos tres sistemas, estudiados por especialidades médicas distintas, en realidad constituyen una sola red de transmisión de información y de aprendizaje que permite al ser humano la coordinación de actividades internas y la capacidad relacional con el mundo exterior. Lo que llamamos conciencia bien puede ser el resultado de la complicada interacción entre un organismo y su medio ambiente. La principal propiedad de la conciencia es aprender, que es finalmente lo que permite que el equilibrio interno y externo de un ser vivo tan complejo como el hombre se mantenga, al tiempo que se modifica para adaptarse al exterior. El aprendizaje, pues, mantiene el equilibrio de un sistema dinámico e inestable como es un organismo vivo.

Si esto lo llevamos a un nivel superior, pensaremos que cualquier agregado de seres humanos, desde una familia hasta una ciudad, constituyen una red conversacional que hace que el todo que conforman sea mayor que la suma total de sus partes individuales. Es decir, una compañía es más, mucho más, que la suma del esfuerzo, las capacidades y la inteligencia de sus miembros separados. Un matrimonio o una pareja (ya lo dice el novelista y poeta uruguayo Mario Benedetti), son mucho más que dos, lo mismo que un ser humano es mucho más que la suma de sus billones de células diferenciadas. Esta analogía nos permite pensar que, tal como los seres humanos aprenden es posible que una empresa, una compañía, un país aprenda en tanto que un todo conjunto, y no porque aprendan los individuos que lo componen.

El aprendizaje organizacional no sólo se debe entender como la capacitación individualizada o en conjunto de las personas que trabajan en ella, sino como la modificación de la conducta del ente denominado empresa. Esto es, por ejemplo, más claro en el caso de un enfermo alcohólico. El tratamiento individual para él no basta. Cada vez gana más fuerza la concepción de que el organismo enfermo no es solamente el alcohólico, sino su núcleo social más inmediato: la familia. El psiquiatra David Cooper habla sobre la influencia decisiva que las familias tienen en la gestación de las patologías mentales. Del mismo modo podemos hablar de un ser humano enfermo, pues no decimos “se enfermó su hígado”.

Una compañía puede ser poco exitosa a pesar de estar integrada por miembros brillantes, pues la integración de un equipo de gentes muy capaces no garantiza la capacidad superior de una empresa. Esto lo saben muy bien los entrenadores de deportes de conjunto, como el futbol. No necesariamente un conjunto de individualidades destacadas hacen un buen equipo. Es muy posible que un equipo no muy bueno que tenga tiempo jugando con sus integrantes venza a un equipo compuesto de los mejores defensas, medios y delanteros del mundo. Sencillo: la comunicación, el haber aprendido a jugar como un solo organismo es lo que otorga la victoria a un equipo menor. Lo que los entrenadores enfrentan al conjuntar una selección nacional es el problema de cómo hacer que los jugadores aprendan a funcionar como un organismo nuevo compuesto de órganos sacados de diversos cuerpos (equipos) distintos.

El aprendizaje es, pues, fundamental para constituir un organismo vivo, y el aprendizaje no es más que una serie de conversaciones internas de adaptación que permiten a un ser vivo tomar acciones que antes no era capaz de tomar. No sólo eso, el aprendizaje, aunado a la práctica recurrente, es lo que produce la acción efectiva en un dominio dado. Esto tiene profundas implicaciones en el aprendizaje organizacional, en la forma en que las empresas se ven a sí mismas y en la concepción que los directivos tienen de su gente. Las empresas aprenden en tanto empresas, independientemente de los aprendizajes individuales de sus miembros. Es decir, el aprendizaje individualizado de sus integrantes no implica que una organización aprenda, entendiendo el aprendizaje como modificación de conductas y de la manera de concebirse a sí misma como tal y a sí misma en relación con el entorno.

Por ello, las empresas que se establecen con la sola mira de obtener el máximo de ganancias en el menor tiempo posible no se perciben a sí mismas como seres vivos, sino como máquinas de hacer dinero y a sus empleados no como personas, sino como engranes de esa gran maquinaria que, cuando deja de funcionar, reemplaza engranes o se elimina a sí misma. Esos fines son legítimos, y esa forma de concebir una organización también, pero a principios del siglo XXI, el concebir a una compañía de esta forma es seguir pegado al siglo XX. Esos empresarios, por lo regular, conciben igualmente al aprendizaje como algo que se realiza en la escuela y a la capacitación como un gasto y una pérdida de tiempo. No han aprendido nada, y el único modo de no aprender nada es cuando no se está vivo.

Me gustaría seguir aprendiendo de ustedes.

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