Motivos e Inquietudes (3)
Motivos e Inquietudes (3)
Dr. Alberto Beuchot González de la Vega
Director del Centro de Coaching Empresarial©
Decíamos que las tres grandes y profundas inquietudes que mueven a los seres humanos a tomar acciones son el miedo, la necesidad de reconocimiento y el amor. Habiendo hablado de la primera, prosigamos con la segunda.
De alguna forma u otra, todos necesitamos de la mirada del otro. Nos nutrimos de ella y constituye en ocasiones el único motor de nuestras acciones. Estamos hambrientos de que otro ser humano exprese el hecho de que estamos ahí, de que estamos vivos y de que otras personas nos digan que hacemos su vida diferente. Y esto no constituye necesariamente un motivo egoísta aunque a veces lo sea. Los otros son nuestro espejo, y el que nos vean como sus iguales reafirma nuestra naturaleza de ser humano.
Una de las peores cosas que puede sucedernos es ser invisibles a los ojos del otro. El que alguien no nos vea ni que considere nuestra existencia digna de reconocimiento es poco menos que deambular por la vida como transparente, como inexistente. Vivimos porque el otro da cuenta de nuestra existencia en las relaciones cotidianas. La ignorancia por parte del otro equivale a una muerte en vida.
En diversos talleres encuentro un reclamo constante por parte de las mujeres hacia sus maridos: se sienten ignoradas por ellos. Cuando pregunto en qué consiste ese sentimiento de ser ignoradas, la coincidencia no es casual. Son prácticamente un cero a la izquierda que se encarga de asegurar las condiciones materiales y de confort para que él desarrolle su trabajo fuera de casa. Ropa limpia, comida preparada, casa impecable y los hijos atendidos. En extremadamente raras ocasiones hay una palabra de reconocimiento, de aliento, de interés por esas actividades.
Una participante me expresó en alguna ocasión que los varones somos sumamente idiotas. El diálogo a continuación:
Yo: “¿Por qué me dice eso? ¿Podría abundar?”
Ella: “Por supuesto. Son capaces de manejar una gran empresa, de atender múltiples asuntos, de resolver conflictos difíciles, pero son incapaces de hacerse cargo de una vida privada exitosa.”
Yo: “¿Y según usted, qué está faltando o qué deberíamos hacer? O mejor dicho, ¿qué le pediría a su marido que hiciera para que usted se sintiera mejor?
Ella: “Cuatro cosas. Primero, yo sé que me quiere, pero no me lo dice. Quisiera que ocasionalmente me lo dijera directamente, mirándome a los ojos. Quisiera escucharlo de su boca. Segundo, que me preguntara cómo me siento, qué me hace falta, si mi vida es plena. Tercero, que me felicitara por mi trabajo. Trabajo todo el día para que él pueda ocuparse exclusivamente de su trabajo fuera de casa, y jamás me felicita por ello o me comenta al respecto. Es sumamente frustrante.”
Yo: “¿Y la cuarta cosa cuál es?
Ella: “La ruptura de la excesiva rutina. Todos los días son exactamente iguales. No hay sorpresas. La monotonía se ha instalado en casa. Romperla, torcerla, cambiarla. Mostrar creatividad en la relación que él da por hecha porque sabe que haga lo que haga yo siempre estaré aquí. Pero tengo mis límites, ¿sabe?”
Esto último lo dijo extremadamente tranquila, sin sobresalto. Y entonces comprendí. Las cuatro acciones que planteaba se reducían a una sola: la expresión de reconocimiento. Ella estaba cansada de ser ignorada, pasada por alto.
El ambiente organizacional en las empresas se comporta de manera similar. Si bien la necesidad de reconocimiento por parte de los colaboradores puede ser cubierta mediante el salario, éste no basta. Es invaluable el efecto del agradecimiento, de la entrega de estímulos públicos, de la palmada en la espalda, de la pregunta de cómo van los estudios del hijo o hija, en fin, de la capacidad y la habilidad del gerente y líder efectivo de mostrar interés en la persona detrás del trabajador. Los efectos a corto largo plazo de estas acciones sobre el bienestar organizacional son enormes. Las relaciones entre seres humanos no son intercambios mercantiles. Y el éxito de una organización de basa en el tipo de relaciones que los miembros de ella construyan al interior de la misma.
¿Es usted capaz de reconocer al otro en tanto persona? ¿Es usted reconocido por otros? ¿O va usted por la vida ejerciendo esa habilidad de hacer sentir a los otros como si no estuvieran ahí?
Me gustaría seguir aprendiendo de ustedes. abeuchot@cencoem.org